samedi 2 janvier 2010

EL SINDROME DEL VIAJERO

El acto de viajar puede tener una y mil razones, como viajeros existen en el mundo.
Puede ser un lujo, un placer o un modo de vida o una opción ascética como el peregrinaje o la xeniteia, desplazamientos que pueden estar motivados por uno y mil intereses, desde los culturales a la búsqueda de sí mismo o la búsqueda de nuevos horizontes con el deseo de tener una vida mejor. Pero el acto de viajar aquel que motivados por la curiosidad y el descubrimiento de culturas, no siempre es simple ya que ciertas destinaciones pueden a la vez suscitar o generar problemas que ciertos, receptivos y susceptibles espíritus pueden contraer, sobre todo cuando se visita por primera vez -que puede ser el principio de la patología- algunas ciudades que por su belleza o carga espiritual o los siglos de historia que puedan tener o el estilo de vida atrayente, la concentración de obras de artes al que se incluye el imaginario colectivo, suscitando en el viajero la bulimia terrible de monumentos, museos o el simple deambular por las calles de la ciudad que se visita.

Eso pasa según los especialistas, con ciertas ciudades en el mundo, entre ellas Florencia, que pueden activar síntomas patológicos que se manifestarían, luego que el visitante sale de uno de los tantos museos que tiene la capital del renacimiento italiano o simplemente cuando el visitante se encuentra, frente a frente a una obra, la que trasciende por cierto de la imagen y el sujeto de la pintura, provocando reacciones tan variadas en el observador, que van desde la tentativa de destrucción de la obra, alucinaciones, hasta la histeria.


Marie-Henri Beyle, ya lo avanzaba en 1817, cuyo síndrome lleva su nombre de escritor: Stendhal,(1783-1842), y que cuyos síntomas describe en sus "Carnets de Voyage" en Italia y su etapa en Florencia, el que cuenta:

"Yo estaba bajo una suerte de éxtasis, por la idea de estar en Florencia y por la proximidad de aquellos hombres, de los que venia de haber visitado sus sepulturas. Absorbido en la contemplación de la belleza sublime,(pinturas, esculturas y ciertamente arquitectura, n.d.a.), yo las observaba de cerca, casi como tocándolas. Llegué a tal punto de emoción, donde se encuentran las sensaciones celestes que dan las bellas artes y los sentimientos mas apasionados. Que saliendo de "Santa Croce", el corazón me batía, la vida se agotaba en mí, caminé con el temor de caer".

Otra de esas ciudades y destinaciones por exelencia es Jerusalem, que a un par de miles de kilómetros de la sublime Toscana renacentista es otro de las ciudades que reúne todos los ingredientes para provocar tal síndrome: belleza, historia milenaria, su misticismo, espiritualidad y mesianismo ademas de ser considerada tres veces Santa por las tres grandes religiones monoteístas.

Kfar Shaul, es el nombre del hospital psiquiátrico que acoge a éste tipo de pacientes y que el ministerio de la salud de Israel, entre los años 1979 y 1993, y sobre la base de 470 turistas y residentes, de los cuales 66%, son de confesión Judía, 33% de cristianos y un 1% que no declara filiación religiosa, manifestaron síntomas similares de desintegración de sus personalidades, lo que condujo a identificar y clasificar ésta patología como el "síndrome de Jerusalem", que puede afectar según el estudio, sobre todo a turistas y peregrinos, síntomas que por lo general se declaran al día siguiente de la llegada a la ciudad santa, como "un cierto nerviosismo y ansiedad repentina", sin motivo alguno, sintiendo ademas y en regla general la irresistible necesidad de aislamiento. Pero esos son los casos menos dramáticos, se pueden encontrar verdaderos mesías, vestidos de largas túnicas blancas al borde de caminos y en las cercanías del muro de los lamentos. Profetas predicando el fin del mundo, otros que buscan la purificación del cuerpo y el alma, en repetidos baños rituales, varias veces al día o como el caso de un peregrino, un profesor danes, que visitó cinco veces en cinco años Jerusalem, creyendo que era el único lugar en donde se podía comunicar con Jesús y que a gritos, decía dialogar con la Virgen Maria, la que se encontraba nada menos que sentada en la cúpula de la mezquita de Omar, provocando tal desorden a la entrada de la mezquita, que su hospitalizaciòn fue inevitable.

Florencia y Jerusalem dos ciudades que conozco. Aquella de la Toscana, solo de paso y como un turista más y que no recuerdo, al menos conscientemente, haber tenido los síntomas que describe Stendhal, aunque visité mas de un museo o sus innumerables iglesias y monumentos... y Jerusalem, creo que ella solo puede haber provocado y provoca el sentimiento de irresistible deseo, de volver a ver la ciudad en que viví, la que contribuyó a formar parte de lo que soy, con sus campanas llamado a los oficios, entre calles y callejones que no han variado y que lo describe tan bien el mosaico del siglo IV de Madaba en el monte Nebo en Jordania, fiel testimonio de una ciudad que no ah cambiado, la vía que atraviesa toda la vieja ciudad de Jerusalem, con su mercado el souk, con su puerta de Damasco, que conduce a los lugares santos o a los mercaderes hacia Siria, ahí están desde siglos como el mismo Santo Sepulcro. Como olvidar el interminable ir y venir de peregrinos, el canto del muezin y la amurallada Jerusalem, como bajada de las nubes, con sus dorados atardeceres desde el Monte de los Olivos. Quizá sea al mismo sentimiento que los hebreos vivieron durante el primer exilio en Babilonia, la actual Irak que cantaban lamentándose en Salmos, su lejanía: "Junto a los rìos de Babilonia nos sentabamos a llorar....Si me olvidara de tì Jerusalem".

Para saber mas:

*Un sitio consagrado enteramente a Stendhal:

http://www.le-rouge-et-le-noir.fr/

*En el puerto de San Malo cada mes de junio el Festival de libros y literatura de viaje:

http://www.etonnants-voyageurs.com/